Cuando el miedo no es un problema


En teoría, el miedo debería impedirnos hacer cosas peligrosas, pero ¿Qué pasa con aquellas personas que arriesgan su vida incluso por diversión?
¿Qué ocurre en el cerebro en estos casos?


miedo problema

Hace algunos días pudimos ver como dos jóvenes rusos, Vitaly Raskalov y Vadim Makhorov de 20 y 24 años respectivamente, escalaban sin ningún equipo de seguridad, un edificio en Shanghai de más de 600 metros de altura que está en construcción. Sin embargo, ellos no son los únicos que practican el "Skywalking", ya que en Rusia es un fenómeno que se encuentra en su máximo esplendor.
Al ver las imágenes muchos de nosotros nos preguntamos, ¿por qué estas personas asumen estos desafíos tan temibles?


¿Cómo funciona el miedo?

La información y las señales que nuestros sentidos reciben del entorno, son dirigidas a la amígdala. La amígdala, que es una pequeña formación de neuronas en la profundidad del lóbulo frontal del cerebro, evalúa rápidamente el peligro potencial. Posteriormente envía señales a otras partes del cerebro, entre ellas a la sustancia gris que es la encargada de liberar neurotransmisores y hormonas que predisponen a nuestros sentidos para hacer frente al peligro.
Ahora bien, este sistema está diseñado para que las alarmas salten ante la más mínima duda de amenaza. Por tanto, debe existir un sistema que controle estas emociones, ahí entra en acción la corteza prefrontal.

La corteza prefrontal se encuentra detrás de la frente y es la encargada de controlar los impulsos que le envía la amígdala, o sea, pone en contexto la información que le llega y decide si realmente es una circunstancia de peligro o es una falsa alarma.


Curiosamente, la corteza prefrontal no se asegura tanto de que hagamos lo correcto, sino que se asegura de que no hagamos las cosas mal (tome nota de la diferencia).

¿Por qué todo este sistema falla?

Entonces, ¿Por qué hay gente que se siente atraída no sólo a escalar edificios, sino a esquiar por peligrosas pendientes, a correr en motocicletas y autos a velocidades extremas?... y tantas otras actividades de riesgo que aparentan ser de una gran temeridad y peligro a la vez.

Según los investigadores hay, fundamentalmente, 2 motivos que causan este tipo de conductas, la adicción a la adrenalina o el mal funcionamiento de la amígdala.


Adicción a la adrenalina:

Hay gente que realmente tiene la necesidad de tener algunas dosis extra de adrenalina, como si de una droga se tratara. La adrenalina junto con la serotonina, la dopamina y las endorfinas son llamadas los "químicos de la felicidad" ya que son sustancias que estimulan sentimientos positivos e incluso de euforia.
Esto es porque la adrenalina genera un estado de felicidad y bienestar en el cerebro, seguido de una profunda sensación de relajación debido a la liberación de endorfinas.
Estos químicos hacen sentir tan bien a algunas personas, que cuanto más sustancias liberan, más quieren, así que estos individuos viven en busca de retos emocionantes que desencadenen una descarga de estos productos en su cerebro.

Mal funcionamiento de la amígdala:

Las personas generalmente tratamos de evitar situaciones que representen algún riesgo, tanto para nosotros como para nuestros seres queridos. A esta cualidad se le llama "aversión al riesgo", pero no todos lo tenemos desarrollado de igual forma.
Hay profusas pruebas científicas que ratifican la relación que existe entre la falta de "aversión al riesgo" y un mal funcionamiento de la amígdala.
Algunas investigaciones mostraron claramente la inhibición de personas con la amígdala dañada, con respecto a contextos que podían resultar en situaciones de peligro.
Por tanto estas personas, desgraciadamente, no son conscientes del riesgo que están corriendo en determinadas circunstancias.