La mayoría de los actos agresivos de niños pequeños son sin provocación previa


Muchas veces, cuando vemos a niños pequeños morder, pellizcar o golpear a otro niño o a un mayor, pensamos que lo hacen porque todavía no tienen el autocontrol suficiente para gestionar su ira o en respuesta a una agresión previa.


niño agresión

Pero de acuerdo a una reciente investigación publicada en la revista "Developmental Science", el uso de agresión por parte de niños pequeños generalmente no es a causa de una provocación anterior. Dicho estudio se basó en explorar la utilización de la fuerza en niños de 11 meses en adelante. La investigación fue liderada por el psicólogo Audun Dahl, de la Universidad de California.


La investigación

Dahl y su equipo entrevistaron a 74 madres con hijos en un rango de entre los 11 y los 24 meses (41 niños y 33 niñas), con una media de 16 meses. Se les solicitó a estas madres que recordaran un momento reciente en el que su hijo le causara daño a otra persona (mordisco, golpe, etc.). El análisis de las historias encontró que el 76% de las agresiones no fueron por provocación previa, y además, por lo general, el niño no mostraba signos visibles de arrepentimiento. Esto concuerda con investigaciones anteriores en las que las madres informaron que sus hijos pequeños mostraban mayoritariamente signos de placer cuando causaban molestias a otras personas.
Mientras tanto, el 26% de las agresiones si fueron provocadas, por ejemplo, para recuperar un juguete quitado por otro niño, y el 3% fueron accidentales.

En una segunda parte del estudio, los investigadores filmaron durante 2 horas y media al día, durante distintas etapas, a 26 niños (15 niños y 11 niñas) siempre en compañía de sus padres (o al menos uno de ellos) y un hermano.
En la primera visita cada niño tenía aproximadamente 14 meses de edad y luego se regresó cuando tenía 19 y 24 meses de edad.
El análisis de los vídeos mostró que el 49% de las veces en que un niño tuvo un comportamiento agresivo no fue provocado, en un 43% si fue provocado y el 8% fueron accidentales. Los blancos más frecuentes de las agresiones eran sus padres, seguidos por hermanos y mascotas.

Midiendo con mayor precisión en los actos de agresión no provocada, la mayoría de las veces parecen ser por fuerza explorativa, por ejemplo, para llamar la atención, y casi nunca había evidencia de que el niño agresor estaba angustiado. Con menos frecuencia, estos ataques no provocados se producían por una mala calibración de la fuerza, por ejemplo, golpear al perro cuando la intención era probablemente acariciarlo.


Los niños que cometieron más actos de agresión sin provocación previa, fueron los que puntuaron más alto en su tendencia a mostrar placer cuando agredían. En este caso, estaban utilizando la fuerza como forma de interacción o diversión, en lugar de enojo.

Por otra parte, el uso de la fuerza provocada y no provocada mostraron diferentes trayectorias de desarrollo. El uso de la fuerza sin provocación previa aumentó constantemente con el tiempo. Mientras que el uso de la fuerza no provocada aumentó en un primer momento con un nivel máximo alrededor de los 18 meses, y luego disminuye hacia los 2 años.


Conclusión

Según los autores del estudio, estos resultados manifiestan que la agresión no provocada está relacionada con la exploración y la búsqueda de atención por parte de los niños, combinado con una falta de comprensión acerca del dolor causado a otras personas.
La agresión no provocada se hizo menos frecuente a partir de los 18 meses, esto quiere decir que es aproximadamente en ese momento cuando comprenden que la agresión perjudica a otros o que empiezan a sentirse más sensibles hacia el sufrimiento de los demás. Los autores también encontraron que los actos de agresión no provocados eran especialmente propensos a generar reacciones negativas en padres y hermanos, lo que supuestamente ayuda a que los niños aprendan a abstenerse de dicho comportamiento.

Esto muestra que el uso de la fuerza por parte de niños pequeños contra los demás, es una conducta más diversa de lo que normalmente se asume. Los autores dicen que se necesita más investigación, sobre todo la observación en diferentes ambientes y culturas, para comprender mejor cómo los niños llegan a darse cuenta de que el comportamiento agresivo es una conducta equivocada.


Referencia:
http://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/desc.12342/abstract



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